miércoles, 25 de febrero de 2009

La evolución del héroe


ermosos en su disfuncionalidad. Tiernos a la hora de mostrar sus sentimientos. Colosos cuando afrontan miedos atenazadores. Débiles, sensiblones, bipolares… Así son nuestros superhéroes, arquetipos que llevan rondando por el imaginario colectivo del ser humano desde que conoce la palabra. Gilgamesh o Aquiles son sólo dos motas de polvo en el desván de las historias que los padres contaron a sus hijos para mostrar aquellos valores que salvarán a la tribu o a la polis frente a la ira de los dioses.
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Hombres superiores que se hayan un paso más allá de los hombres. Figuras imposibles que se encuentran más allá de lo imposible para realizar gestas inimaginables armados sólo de sus capacidades superiores, de sus extrañas y aterrantes habilidades. Lo contaron en la Odisea, lo contaron las paredes de los templos egipcios y lo contaron los húmedos recovecos de Altamira. El héroe, el superhéroe, es tan viejo como el mundo.

Sólo ha cambiado el formato, el punto de venta y el tipo de narrador, pero el objetivo sigue siendo el mismo. Entretener, crear un modelo a seguir e insuflar esperanza ante todo aquello que somos incapaces de controlar. El rayo, el trueno, el sol, el vuelo de los pájaros de presa, el fluir de las mareas, el temblar del suelo fueron las fuerzas primigenias a las que se enfrentaron. Los supervillanos con millones y millones de dólares en su haber o los extraterrestres conquistadores sustituyen la figura de los mismísimos dioses. Entre otras cosas porque no somos tan crédulos, porque nos hemos atiborrado de espectáculo.

Cargados con escudos protectores, martillos, rayos en los ojos y arácnidas chorros de sustancias viscosas que emanan de las muñecas han de verse sometidos al imperio de un color, de un mineral o de la chica que les hace latir el corazón a la hora de realizar sus gestas. Mallas ceñidas, exoesqueletos, capas rojas y antifaces son los comercialmente identificables símbolos que les ayudan a poner una barrera entre su peligroso universo y el común de los mortales.

Tampoco ayuda mucho el vivir en una cueva o escondiéndose del mundo con un disfraz de panoli, por lo que un daño irreversible de su psique ha ido sustituyendo el retufo a fascio de las viñetas, otorgándoles un halo oscuro. Nuevos tiempos abren nuevas puertas, nos hacen descubrir nuevos tipos. Equilibristas morales, maquiavelistas que, de no ser por los resultados obtenidos, tienen medios que no los diferencian de sus archi enemigos del Lado Oscuro. Quizás, sólo quizás, los creadores se están fijando en las acciones de todos los gobiernos.

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