jueves, 29 de enero de 2009

La ciencia del ladrillo



Que levante la mano aquel a quien el vecino no le ha despertado a las cuatro de la mañana con su problema de próstata, o el que se ha enterado un pacífico domingo por la tarde de los problemas de cama del matrimonio del bloque de al lado. El ladrillo español cuesta mucho, demasiado como para que el aislamiento acústico, el planeamiento urbanístico y el desarrollo sostenible no se tengan en cuenta.
(Pincha en la imagen para ver el reportaje completo)

Existe toda una política, por no decir que la mayor parte de la política urbanística, que crece bajo la sombra del aislamiento acústico. Ahí entran desde la creación de grandes avenidas hasta la necesidad del arbolado, el ancho de las aceras, la inclusión de bandas elástica en los ladrillos, los centímetros de espesor de los tabiques, el aislamiento de las vigas y un largo etcétera. El ruido que produce el ser humano es lo que más molesta a otro ser humano (aparte de la propia presencia, pero no es este el objeto de estudio).
Pero ganar en calidad de vida no es algo barato. Los inputs de producción se incrementan, en primer lugar, para el constructor, por lo que será el ciudadano, el que termine sintiendo el sonido de la exigua calderilla que le queda caer a su bolsillo. Sin embargo, cada vez se acercará más a la realidad el término “primeras calidades”, puesto que la ley obligará, con firmes sanciones, a que se apliquen las nuevas mejoras. Caso aparte está el que el individuo las demande en caso de no contar con ellas toda vez que haya adquirido su vivienda. Que esa, como siempre, es otra.

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